jueves, 29 de diciembre de 2011

Un beso de despedida

Mi tren esperaba en el anden y yo como si fuese Rick Blaine esperaba al amor de mi vida a contra reloj, pero este amor de que os hablo no llegaba, mientras el revisor, haciendo una mala interpretación de Sam me amenaza con dejarme en tierra si no subía de inmediato.
Era el viaje que siempre habíamos planeado, la escapada de nuestra vida, una aventura que pasaría a ser el núcleo de cada uno de nuestros recuerdos, pero mi amor no aparecía.
Decidí subir al tren intentando evitar las lagrimas que durante el viaje y a escondidas derramaría, cargado con tres maletas llenas de "por si acaso" subí pensando en que no volvería a verla, preguntándome por qué me habría abandonado y arrepintiéndome de cada uno de mis defectos para no culparla,
Inventé mil escusas para ella en tan solo tres segundos, descubrí miles de fantasmas con solo cerrar los ojos, abrí el cajón de mis recuerdos y pensé en lo perdido que estaría sin ella.
La puerta del tren se cerró y ella apareció a mis espaldas, diciéndome... "Creí que nunca subirías".

A veces no hay besos de despedida, porque no existe despedida alguna, las historias de amor, no tienen que tener malas rachas, ni dramas dignos de escribir un guión para una película, pero hay veces en cual la que la realidad supera la ficción, y tontamente nos cruzamos con que somos protagonistas de dicho drama. ¿Y por qué digo esto? creo que se debe básicamente a algo que me ha pasado hoy, algo opuesto al titulo de este post, porque en ocasiones nos separamos sin que siquiera existiese una despedida, sin besos, ni abrazos, ni tan solo un "hasta pronto". Y no hay peor cosa que recordar una NO despedida.
Un gran amigo me comentó hace bien poco su desconcierto en este tema, el mal que provocan las dudas cuando no existen un adiós y perder el rastro a aquella persona que tanto hemos amado.
Hoy escribo para aquellos que se necesitan una despedida, una razón de lo que pasó, a alguien a quien culpar, una escusa para perdonar o un motivo claro para llorar.

Y comprender el porque Rick Blaine descubrió que siempre quedaría París.

2 comentarios:

  1. Un "hasta luego" siempre deja una puerta abierta a la esperanza. Un "adiós" la cierra para siempre.
    Me ha gustado mucho tu entrada, a veces duele dejar círculos sin cerrar.

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